¿Evitas lo que te genera ansiedad? Puede que esté empeorando el problema.
Muchas veces, cuando algo nos incomoda o nos da miedo —una conversación difícil, una decisión importante, una situación que no controlamos— lo evitamos. En ese momento, sentimos alivio. Parece que ha funcionado. Pero con el tiempo, ese alivio inmediato se convierte en un problema más profundo.
Cada vez que evitamos algo que nos genera ansiedad, nuestro cerebro interpreta que era peligroso. Y al no enfrentarlo, no le damos la oportunidad de ver que no lo era. Así se crea un ciclo en el que la ansiedad crece y la capacidad para afrontar situaciones se va reduciendo.
Esto sucede también cuando aparecen pensamientos como “no voy a poder con esto”, “seguro que lo haré mal”, “me van a juzgar”. Son ideas que suenan ciertas cuando las pensamos, pero no reflejan la realidad. A menudo, son pensamientos irracionales que nos paralizan y nos llevan a evitar.
Algunos ejemplos cotidianos:
- Postergar decisiones por miedo a equivocarse
- Cancelar planes sociales por anticipar que no te sentirás bien
- No expresar lo que piensas por temor al conflicto
A corto plazo parece que te estás cuidando, pero a largo plazo te vas encerrando en una vida cada vez más limitada.
La buena noticia es que se puede cambiar. No se trata de “eliminar la ansiedad”, sino de aprender a vivir con ella sin que condicione tu vida. Cuestionar esos pensamientos, exponerte poco a poco a lo que temes, y aprender a tolerar el malestar sin que te paralice es parte del proceso terapéutico.
Si te estás viendo reflejado en esto, quizá ha llegado el momento de dejar de evitar y empezar a avanzar. A tu ritmo, con apoyo, y con herramientas que te permitan recuperar la sensación de libertad y seguridad.
21/05/2025