Es una enfermedad infecciosa crónica, que se transmite de persona a persona y está provocada por una bacteria que daña la piel, la membrana mucosa de la nariz, los testículos, los ojos y los nervios ubicados fuera del cerebro y la médula espinal. Contrariamente a lo que se creía no es muy contagiosa, dado que se necesita mucho tiempo de contacto directo para que se transmita. El bacilo causante de la lepra es el Mycobacterium Leprae, que o pertenece a la misma familia del agente causal de la tuberculosis y tiene predilección por atacar la piel, las mucosas y los nervios de la periferia (de la cara, de las manos y de los pies, por ejemplo) y es por ello que el enfermo con lepra ve disminuida la sensibilidad al dolor en las áreas afectadas por el mismo. No se conocen con seguridad las formas de contagio, pero se presume que, en general se contrae por el contacto cercano y muy prolongado con una persona infectada, aunque también la bacteria puede propagarse por la picadura de chinches, mosquitos, y a través de la misma tierra. La lepra no es una enfermedad hereditaria y es curable. Su avance es lento y los síntomas pueden aparecer después de varios años de la infección, ya que el proceso de incubación de la enfermedad es largo (de 1 a 7 años). La enfermedad se inicia con la aparición de manchas blanquecinas y disminución de la sensibilidad; posteriormente aparecen otras lesiones en forma de bolas o nódulos, las cuales se pueden ulcerar, lo que facilita que se propague la infección a otras partes del cuerpo.